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Maltratados (I)

Hace tiempo vi una película que se llama My lover´s hands. La vi en un festival con muy poca gente en la sala y nunca antes había oído hablar de ella. Cuenta la historia de un niño de 12 años que fue secuestrado y metido en un sótano oscuro donde fue violado a lo largo de siete años. En ningún momento se ve violencia física, todo el acento se pone en el control que el violado ejerce sobre la víctima. La impotencia y el miedo paralizan todo el sistema.

Al final, la víctima ya no es la víctima, sino que se cree protagonista. Inventa un mundo en el cual el acto de la violación es un acto de amor y, como no conoce nada más, cree que es lo mejor que existe. La mente del joven convertía el dolor en placer, creando un eslabón entre él y su violador. Su único contacto social era su maltratador y si pasaban días sin que lo visitara el joven se ponía triste. De repente, su “amo” pasó varios días sin ir a verle y el muchacho escapó. Lo encontraron y lo devolvieron a su padres.

Pasaron varios meses, pero él no se sentía libre, echaba de menos a su “amante”. En adelante se dedicó a “buscarle” y en ese camino encontró lo que le daría placer, halló los rasgos de su amante, se dedicó a la prostitución y empezó a pedir a sus clientes que le pegasen, que lo hiciesen con fuerza para provocarle daño. Así lo habían hecho las manos de su amante.

¿Por qué cuento esto ahora? Pues porque me sale y porque creo que hay que hablar de ello y hay que decirlo. La violencia es un circulo vicioso y la sociedad tiene que ayudar a los maltratados, ofrecerles una salida, seguridad y cariño. Sólo así podrán romper el círculo y prevenir que la víctima vuelva a las “manos de su amante”.

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