“¡En España no dimite ni Dios!” me dijo una amiga cuando todavía llevaba muy poco tiempo aquí. Me sorprendió descubrir que los fallos, errores, negligencias y abusos del poder no se sancionan y, más importante aún, sus protagonistas no se los autocuestionan. “Lo importante es que aguanten los primeros días y no admitir jamás que se han equivocado. Luego todo se olvida y sigue igual”, añadió.
Lo he comprobado con mis propios ojos en muchos casos: desde las negligencias públicas hasta la guerra de Irak. Y siempre lo mismo: el protagonista seguía con su historia sin mostrar la más mínima intención de rectificar o pedir perdón por lo que con sus actos habían provocado. Resulta que lo que realmente importa es que uno se convenza a sí mismo de que lo que está contando es verdad. Entonces los demás lo aceptarán. Lo más importante es aguantar.
Algo parecido sucedió con Enric Marco. La mentira llegó a su límite. Tras treinta años, su cuento terminó con un fin muy dramático pero ya visto (sólo hay que recordar peliculas como “La vida de nadie” o “Le heroe de burgoisie”).
A ese pobre diablo le pillaron, pero no quiero imaginar la cantidad de personajes semejantes que han logrado escaparse y llenar las páginas de los libros de Historia. El problema no es Enric Marco. Ese hombre es solo producto de la mala educación a la que todos de alguna forma estamos sometidos. Me refiero principalmente a los que pertenecemos a alguna de las civilizaciones cuyos fundamentos se basan en el "pathos" de los libros sagrados. Me refiero a los pueblos cuya tradición se basa en las leyendas en las que abundan los humanos selectos a los que se les presuponen características sobrenaturales. Esos héroes que siempre acaban torturados y, finalmente, sacrificados para dar un ejemplo positivo.
Marco alega que quiso dar un ejemplo positivo y que creó su embuste con las mejores intenciones. Escribió un libro testimonio, dio un montón de conferencias e incluso le otorgaron la Cruz de Sant Jordi. Ahora que todo se acabó, Enric Marco dijo que "la mentira surgió en 1978" y que la mantuvo porque "parecía que me prestaban más atención y podía difundir mejor el sufrimiento de las muchas personas que pasaron por los campos de concentración". Esos son, según él, los motivos que le hicieron mentir. Lo hizo, dijo, para dar a conocer los horrores del Holocausto.
Puedo entenderle perfectamente, pero jamás se me ocurriría inventar que llegué a España en una patera para reivindicar la tragedia humana que viven los que sí arriesgan su vida por el sueño de conseguir que ésta sea mejor.
Lo he comprobado con mis propios ojos en muchos casos: desde las negligencias públicas hasta la guerra de Irak. Y siempre lo mismo: el protagonista seguía con su historia sin mostrar la más mínima intención de rectificar o pedir perdón por lo que con sus actos habían provocado. Resulta que lo que realmente importa es que uno se convenza a sí mismo de que lo que está contando es verdad. Entonces los demás lo aceptarán. Lo más importante es aguantar.
Algo parecido sucedió con Enric Marco. La mentira llegó a su límite. Tras treinta años, su cuento terminó con un fin muy dramático pero ya visto (sólo hay que recordar peliculas como “La vida de nadie” o “Le heroe de burgoisie”).
A ese pobre diablo le pillaron, pero no quiero imaginar la cantidad de personajes semejantes que han logrado escaparse y llenar las páginas de los libros de Historia. El problema no es Enric Marco. Ese hombre es solo producto de la mala educación a la que todos de alguna forma estamos sometidos. Me refiero principalmente a los que pertenecemos a alguna de las civilizaciones cuyos fundamentos se basan en el "pathos" de los libros sagrados. Me refiero a los pueblos cuya tradición se basa en las leyendas en las que abundan los humanos selectos a los que se les presuponen características sobrenaturales. Esos héroes que siempre acaban torturados y, finalmente, sacrificados para dar un ejemplo positivo.
Marco alega que quiso dar un ejemplo positivo y que creó su embuste con las mejores intenciones. Escribió un libro testimonio, dio un montón de conferencias e incluso le otorgaron la Cruz de Sant Jordi. Ahora que todo se acabó, Enric Marco dijo que "la mentira surgió en 1978" y que la mantuvo porque "parecía que me prestaban más atención y podía difundir mejor el sufrimiento de las muchas personas que pasaron por los campos de concentración". Esos son, según él, los motivos que le hicieron mentir. Lo hizo, dijo, para dar a conocer los horrores del Holocausto.
Puedo entenderle perfectamente, pero jamás se me ocurriría inventar que llegué a España en una patera para reivindicar la tragedia humana que viven los que sí arriesgan su vida por el sueño de conseguir que ésta sea mejor.
Comentarios
Mentiras... quien no ha inventado mentiras? Incluso hay mentiras piadosas que se consideran como un bien, o como un mal menor.
No justifico a Marco pero tampoco lo condeno. Solo se le puede reprochar una cosa y eso es que su mentira ha sido descubierta.
O tal vez haya que reprocharselo a quienes dejaron en evidencia esa mentira. Eso va a hacer mucho mas daño a la verdad del Holocausto.