No hay que ver a los burócratas como a los otros seres humanos. De hecho, lo peor que te puede ocurrir es que mientras te estás enfrentando a una regla o una ley estúpida, la persona al otro lado de la ventanilla tuerza el gesto y te diga “Lo siento, sé que es una ley absurda, pero es la Ley y bla bla bla”. Si los “byts” de un ordenador hablaran estoy seguro que lo harían así.
A mi me ha ocurrido esto muchas veces. Recuerdo ahora una de ellas al principio de todo. Estaba en el Ministerio de Interior solicitando el permiso de estancia. Después de todo el lío de tener que ir a la embajada de España en Zagreb para conseguir que me estamparan un sello más en el pasaporte para después hacer que este se multiplicasen en otros muchos una vez aquí, me di cuenta de que aún faltaba mucho por hacer.
El caso es que estuve en España esperando durante cuatro horas para conseguir un número de turno. Una vez lo tuve, pasé otras dos hasta que llegó mi turno. Y, finalmente, me planté delante de una de esas “caras torcidas”, de los “bits humanos”. Mientras le explicaba mi caso el funcionario iba revisando mis papeles y sellos uno por uno, soltando los característicos “aha, hummm”. Sonidos que me parecían señales positivas. Y la verdad es que iba todo bien y después de todos estos “aha y hum”, llegó un “¡Bien!”. A esa aprobación final le siguió la frase:
- Sí, lo tienes todo. Ahora vamos a concertar una cita previa.
No me quejé, aunque pensaba que lo que habíamos hecho aquella mañana era, de hecho, una cita previa. Pero lo acepté resignado. Me dije, bueno, un día más y ya está. Mientras, él estaba mirando el calendario del Ministerio que tenía en frente y al final me dijo:
- Vale, será el 14 de febrero.
Ese día era 16 de octubre.
- Pero vamos a ver -le dije-. El visado que me dieron en la embajada de este Estado expira el día 10 de enero. Entre esta fecha y la que usted me ha dado para solicitar mis papeles y empezar con el trámite, estaré ilegalmente aquí, y tú como representante del Gobierno lo sabes y no te parece ilógico.
Entonces vino el clásico:
- Sí que parece ilógico, pero es así.
Aquello me hizo recordar el caso de un amigo de mi tío en Croacia, quien solicitaba papeles para que el Estado le devorviera unas tierras suyas confiscadas tras II Guerra Mundial. Para entonces él tenía casi 80 años. Como en mi caso la burócrata cogió todos sus papeles uno por otro y le dijo:
- Muy bien. Todo está en regla. Si usted puede pasar por esta oficina dentro de diez años volverá a ser el propietario de esta parcela.
Lo de los diez años no era ninguna broma. Ese tiempo era el previsto por el Gobierno para culminar el proceso de “repropietarización”.
El abuelo, con muchísima calma, la respondió con la pregunta:
- ¿Por la mañana o por la tarde?
A mi me ha ocurrido esto muchas veces. Recuerdo ahora una de ellas al principio de todo. Estaba en el Ministerio de Interior solicitando el permiso de estancia. Después de todo el lío de tener que ir a la embajada de España en Zagreb para conseguir que me estamparan un sello más en el pasaporte para después hacer que este se multiplicasen en otros muchos una vez aquí, me di cuenta de que aún faltaba mucho por hacer.
El caso es que estuve en España esperando durante cuatro horas para conseguir un número de turno. Una vez lo tuve, pasé otras dos hasta que llegó mi turno. Y, finalmente, me planté delante de una de esas “caras torcidas”, de los “bits humanos”. Mientras le explicaba mi caso el funcionario iba revisando mis papeles y sellos uno por uno, soltando los característicos “aha, hummm”. Sonidos que me parecían señales positivas. Y la verdad es que iba todo bien y después de todos estos “aha y hum”, llegó un “¡Bien!”. A esa aprobación final le siguió la frase:
- Sí, lo tienes todo. Ahora vamos a concertar una cita previa.
No me quejé, aunque pensaba que lo que habíamos hecho aquella mañana era, de hecho, una cita previa. Pero lo acepté resignado. Me dije, bueno, un día más y ya está. Mientras, él estaba mirando el calendario del Ministerio que tenía en frente y al final me dijo:
- Vale, será el 14 de febrero.
Ese día era 16 de octubre.
- Pero vamos a ver -le dije-. El visado que me dieron en la embajada de este Estado expira el día 10 de enero. Entre esta fecha y la que usted me ha dado para solicitar mis papeles y empezar con el trámite, estaré ilegalmente aquí, y tú como representante del Gobierno lo sabes y no te parece ilógico.
Entonces vino el clásico:
- Sí que parece ilógico, pero es así.
Aquello me hizo recordar el caso de un amigo de mi tío en Croacia, quien solicitaba papeles para que el Estado le devorviera unas tierras suyas confiscadas tras II Guerra Mundial. Para entonces él tenía casi 80 años. Como en mi caso la burócrata cogió todos sus papeles uno por otro y le dijo:
- Muy bien. Todo está en regla. Si usted puede pasar por esta oficina dentro de diez años volverá a ser el propietario de esta parcela.
Lo de los diez años no era ninguna broma. Ese tiempo era el previsto por el Gobierno para culminar el proceso de “repropietarización”.
El abuelo, con muchísima calma, la respondió con la pregunta:
- ¿Por la mañana o por la tarde?
Comentarios
Es ciertamente indignante lo que nos cuentas. La negación del ser humano y su dignidad inherente. Todos somos iguales ante la ley, pero unos más "iguales" que otros.
Saludos.