Kamel es un magrebí que ha montado una pequeña empresa de traductores en Barcelona. Muy profesional. Los juzgados de toda la provincia llaman a Kamel y él llama a sus traductores.
Para trabajar con él sólo tienes que dejar tus datos y te van avisando cada vez que te necesitan. O sea, cada vez que uno de tus compatriotas hace algo que no se ajusta del todo a la ley. El puesto de traductor viene a ser algo así como el de cónsul pero sin protocolo ni coche oficial.
Un buen día Kamel necesitó a alguien para traducir del yugoslavo. Eso fue lo que me pidió cuando acudí a su despacho. Mientras me preguntaba se entretenía mirando un calendario:
- “¿Hablas yugoslavo, no?”
- “No”, le respondí. “Nadie lo habla porque el idioma yugoslavo no existe”. Estuve a punto de explicarle toda la situación geopolítica de mi país de origen pero decidí cortar el rollo.
- Bueno, ¿pero eres yugoslavo?
- Sí.
Al instante me dijo que debía presentarme en los Juzgados de Barcelona al día siguiente. Allí me personé y esperé sentado a que llegara mi cliente “yugoslavo”.
Venía esposado y al verle me acordé de un chiste que me contó un danés:
- “Esto es un coche. Dentro hay un serbio, un bosnio, un croata y un albanés. ¿Quién conduce?”
- “La policía”. Esa era la respuesta.
Mi “yugoslavo” también fue “conducido” a la sala. Poco después me llamaron a mí y al hacerlo me dieron un papel en el que estaba escrito su nombre: Virai H.
Se trataba de un nombre albanés. Deduje que era de Kosovo y que allí aún no hay delegaciones de la nueva Serbia y Montenegro. Por eso siguen teniendo pasaportes yugoslavos.
Pronto entendí el lío que ocasionaba toda aquella situación. Un albanés con un pasaporte yugoslavo. Yugoslavia un país que ya no existe y que ha sido rebautizado como Serbia y Montenegro. Hace un par de años hubo una guerra por aquellas tierras y resulta que los serbios y los albaneses no se llevan muy bien. Y etcétera.
Admito que es un rollo y que si no hubiese nacido en esa zona y ello me hubiera marcado la vida de esta manera probablemente a mí tampoco me interesaría saber nada de todo esto.
Surrealismos aparte, el asunto era realmente grave. No entiendo cómo en un país serio y en un juzgado serio, unos jueces y unos administrativos serios llaman a un serbocroata para que traduzca a un albanés teniendo en cuenta que sus lenguas son tan distintas como el vasco y el castellano.
Al cabo de unos minutos, el juez me dijo:
- Señor Matijas, ¿puede explicarle al presunto que pese a la petición de cancelación por parte de su abogada el juicio será convocado para el día x?
Al escucharle, Virai se dirigió al juez en un castellano fluido:
- Su Señoría, yo no necesito traductor...
El juez le respondió:
- “Sí, lo entiendo, señor Virai, pero es obligación de este tribunal asegurar que usted tiene un traductor presente por si acaso necesita consultar algo. Señor Matijas, preséntese usted al presunto, por favor”.
- “Dobar dan, gospodine Hiuse. Moje ime je Boris i posredstvom prevodilacke agencije dodjeljen sam Vam po sudkoj odluci”.
Virai me miró con una cara similar a la que debes poner tú al leer estas palabras.
- “Señoría, por favor, a Ustedes les comprendo perfectamente cuando me hablan, pero a éste no le entiendo una palabra”.
- “Hubo un error administrativo. Siéntese, por favor, señor Matijas”, dijo el juez.
Al cabo de un rato a mí me pusieron una firma en la hoja de traducción y a Virai, las esposas.
Cuando dos ex compatriotas se encuentran y se despiden en tales circunstancias uno se hace muchas preguntas. ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Dónde vive? ¿Cómo?
Yo no abrí la boca y me fui a cobrar el servicio: traducción del yugoslavo. Al ver a Kamel le expliqué que no había tenido que hacer nada porque el tío era albanés y yo no hablo ese idioma. A Kamel sí le hice una pregunta. Quería saber cómo pudo ocurrir lo que ocurrió. Es decir, ¿por qué me mandaron a mí en lugar de a un traductor albanés?
- Ah, ¿pero era albanés?
- Sí.
- ¿Y tú no hablas albanés?
- No. Y nunca dije que lo hablase.
- Se equivocaron. Firma aquí, por favor. Una hora y media de espera son 20 euros.
Salí de allí pensando que me podría ganar la vida así. Simplemente me apunto a todos los idiomas posibles, me presento en los juicios con cara de serio, espero un rato hasta que el juez diga “señor Matijas, ¿hay alguna posibilidad de que usted y el presunto se entiendan?"
Entonces yo responderé: “No, su Señoría” y saldré a cobrar. La justicia es lenta y no se entiende. Pero se paga bien.
Para trabajar con él sólo tienes que dejar tus datos y te van avisando cada vez que te necesitan. O sea, cada vez que uno de tus compatriotas hace algo que no se ajusta del todo a la ley. El puesto de traductor viene a ser algo así como el de cónsul pero sin protocolo ni coche oficial.
Un buen día Kamel necesitó a alguien para traducir del yugoslavo. Eso fue lo que me pidió cuando acudí a su despacho. Mientras me preguntaba se entretenía mirando un calendario:
- “¿Hablas yugoslavo, no?”
- “No”, le respondí. “Nadie lo habla porque el idioma yugoslavo no existe”. Estuve a punto de explicarle toda la situación geopolítica de mi país de origen pero decidí cortar el rollo.
- Bueno, ¿pero eres yugoslavo?
- Sí.
Al instante me dijo que debía presentarme en los Juzgados de Barcelona al día siguiente. Allí me personé y esperé sentado a que llegara mi cliente “yugoslavo”.
Venía esposado y al verle me acordé de un chiste que me contó un danés:
- “Esto es un coche. Dentro hay un serbio, un bosnio, un croata y un albanés. ¿Quién conduce?”
- “La policía”. Esa era la respuesta.
Mi “yugoslavo” también fue “conducido” a la sala. Poco después me llamaron a mí y al hacerlo me dieron un papel en el que estaba escrito su nombre: Virai H.
Se trataba de un nombre albanés. Deduje que era de Kosovo y que allí aún no hay delegaciones de la nueva Serbia y Montenegro. Por eso siguen teniendo pasaportes yugoslavos.
Pronto entendí el lío que ocasionaba toda aquella situación. Un albanés con un pasaporte yugoslavo. Yugoslavia un país que ya no existe y que ha sido rebautizado como Serbia y Montenegro. Hace un par de años hubo una guerra por aquellas tierras y resulta que los serbios y los albaneses no se llevan muy bien. Y etcétera.
Admito que es un rollo y que si no hubiese nacido en esa zona y ello me hubiera marcado la vida de esta manera probablemente a mí tampoco me interesaría saber nada de todo esto.
Surrealismos aparte, el asunto era realmente grave. No entiendo cómo en un país serio y en un juzgado serio, unos jueces y unos administrativos serios llaman a un serbocroata para que traduzca a un albanés teniendo en cuenta que sus lenguas son tan distintas como el vasco y el castellano.
Al cabo de unos minutos, el juez me dijo:
- Señor Matijas, ¿puede explicarle al presunto que pese a la petición de cancelación por parte de su abogada el juicio será convocado para el día x?
Al escucharle, Virai se dirigió al juez en un castellano fluido:
- Su Señoría, yo no necesito traductor...
El juez le respondió:
- “Sí, lo entiendo, señor Virai, pero es obligación de este tribunal asegurar que usted tiene un traductor presente por si acaso necesita consultar algo. Señor Matijas, preséntese usted al presunto, por favor”.
- “Dobar dan, gospodine Hiuse. Moje ime je Boris i posredstvom prevodilacke agencije dodjeljen sam Vam po sudkoj odluci”.
Virai me miró con una cara similar a la que debes poner tú al leer estas palabras.
- “Señoría, por favor, a Ustedes les comprendo perfectamente cuando me hablan, pero a éste no le entiendo una palabra”.
- “Hubo un error administrativo. Siéntese, por favor, señor Matijas”, dijo el juez.
Al cabo de un rato a mí me pusieron una firma en la hoja de traducción y a Virai, las esposas.
Cuando dos ex compatriotas se encuentran y se despiden en tales circunstancias uno se hace muchas preguntas. ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Dónde vive? ¿Cómo?
Yo no abrí la boca y me fui a cobrar el servicio: traducción del yugoslavo. Al ver a Kamel le expliqué que no había tenido que hacer nada porque el tío era albanés y yo no hablo ese idioma. A Kamel sí le hice una pregunta. Quería saber cómo pudo ocurrir lo que ocurrió. Es decir, ¿por qué me mandaron a mí en lugar de a un traductor albanés?
- Ah, ¿pero era albanés?
- Sí.
- ¿Y tú no hablas albanés?
- No. Y nunca dije que lo hablase.
- Se equivocaron. Firma aquí, por favor. Una hora y media de espera son 20 euros.
Salí de allí pensando que me podría ganar la vida así. Simplemente me apunto a todos los idiomas posibles, me presento en los juicios con cara de serio, espero un rato hasta que el juez diga “señor Matijas, ¿hay alguna posibilidad de que usted y el presunto se entiendan?"
Entonces yo responderé: “No, su Señoría” y saldré a cobrar. La justicia es lenta y no se entiende. Pero se paga bien.
Comentarios
articulos de otras partes.
Ademas de que tu comentario fue muy gracioso, te cuento que soy nieta de un yugoeslavo vivo en argentina.- Pero lo mas gracioso es que me encantaria aprender el idioma de mi abuelo pero no se cual fue.
envíeme la partida de nacimiento a borismatijas@gmail.com y de digo algo
un abrazo
Boris