Nada más llegar a Neónia, la Crisis se puso manos a la obra. Los neonianos ya la habían engañado tantas veces antes que no quería perder ni un sólo segundo escuchando otra vez sus falsas promesas. Esta vez estaba convencida quedarse mientras hiciera falta. Esta vez era algo personal. Simplemente se la partía el corazón viendo como lo que antes era un jardín precioso, único e irrepetible en toda Galaxia, lo convirtieron en un enorme supermercado. Cada cosa y persona llevaba pegada una etiqueta con el precio. Únicamente se escapaban las cosas que no pesaban lo suficiente para llevar una etiqueta puesta. Cosas consideradas “insignificantes”, como el aire, o el alma. En Neónia, la investigación médica y farmacéutica ha avanzado tanto que ya no quedaba nadie sin algún tipo de “enfermedad”, “trastorno” o “síntoma”. 147 empresas controlan el 40% de la riqueza. La calidad de educación han aumentado con la misma pauta que el abandono escolar. Los pobres saben que hay más pobre...
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica