Mala cara, ojeras, pelos sueltos,… por mucho que intentara cambiar la imagen que veo rascando y actuando sobre la superficiedel espejo, no va a pasar nada. El aspecto sigue igual, e incluso más fastidiado. Pero si me lavo la cara con agua fresca, me peino y me sonrío, ya está. Todo cambia, cuando yo cambie. Lo mismo sucede en casa, en la calle, en el trabajo, o en el bar. Todos y todo que nos rodea son nada más que los espejos de nuestro estado de ánimo. De nuestra mente. Hay que DESPEJAR los espejos. En cada instante, con cada respiro, despejar el miedo y las angustias poniendo la sonrisa en cada espejo que nos rodea. Porque es muy cierto lo que dicen: “No sonreímos porque somos felices. Somos felices porque sonreímos”.
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica